Suele servirse frío en los meses calurosos de verano. El origen del actual gazpacho es incierto, aunque se le considera un plato del interior de Andalucía, donde el aceite de oliva y los productos de la huerta son abundantes, y los veranos muy secos y calurosos, por esta razón se le conoce comúnmente como gazpacho andaluz. A pesar de ello el origen del gazpacho como plato "desmigado" es anterior al uso de hortalizas en su elaboración y data de la época de Al-Ándalus.
El gazpacho primigenio era una mezcla de pan desmigado, aceite oliva y vinagre, que alimentó durante siglos a los campesinos ibéricos del sur de España y Portugal. Actualmente hay diferentes versiones tanto frías como calientes. Entre las frías están el ajoblanco y el salmorejo. Y entre las calientes los gazpachos manchegos o galianos.
Ahora que están de moda las bebidas desintoxicantes y adelgazantes, os invito a leer un artículo de un conocido periódico en el que compara éstas bebidas verdes y amargas que tanto están de moda, con los beneficios del gazpacho (sin pan) y sus propiedades. Porqué beber éstas bebidas cuando en España llevamos siglos haciendo la mejor de todas, el gazpacho. En fin, para gustos los colores, y todo en ésta vida es respetable. Podéis leer el artículo aquí.
Hay infinidad de recetas de gazpacho, todas con una base común, y la que yo os traigo es mi particular forma de hacerlo, con las cantidades para que os sirvan de guía. Espero que os guste.
Necesitaremos:
- 2'5-3 kg de tomates maduros.
- 1 cebolla mediana.
- 2 pimientos verdes pequeños.
- 2 pimientos rojos pequeños.
- 2 pepinos pequeños.
- 1 ajo.
- 250 ml de agua.
- 75 ml de aceite de oliva.
- 75 ml de vinagre de vino blanco.
- 2 cucharaditas de postre de sal.
- 1 cucharadita de postre de comino molido.
- 1 trozo de pan, más o menos 1/4 de barra de pan (opcional).
Lo primero que haremos es pelar la cebolla y el ajo y lavar todos los ingredientes. Cortamos el ajo por la mitad y le quitamos el corazón, para que no repita. Les quitamos la parte superior a los pimientos y les limpiamos bien de semillas.
En el bol o cacerola que usemos, ponemos el vaso de agua, el pan cortado en trozos pequeños, el aceite y vinagre, la sal y el comino. Lo removemos bien para que se mezcle todo.
Ahora iremos picando el resto de ingredientes y los vamos poniendo en la cacerola. Los pepinos los picaremos con toda la piel, solo cortamos las puntas, pues en la piel es donde están la mayoría de las vitaminas y propiedades del pepino. Cuanto más pequeños piquemos todo, menos trabajo nos costará pasarlo con la batidora.
Lo removemos bien para que se mezclen los sabores, con la sal, el comino, etc... y lo dejamos reposar en la cacerola hasta el día siguiente. Este paso es, en mi opinión, el que marca la diferencia en sabor y textura.
Podéis observar todo el jugo obtenido al reposar toda la noche, que redundará en el sabor. Lo pasamos muy bien con la batidora y después con el pasapurés y rectificamos, si es necesario de sal y/o vinagre. Yo siempre lo guardo en botellas de cristal, que hacen que se conserven en la nevera muy bien. Les pongo unas gotas de aceite en la superficie y las tapo con su tapón, y listo para consumir cuando apetezca. Podéis decorar los vasos o copas con unas rodajas de pepino y unas tiras muy finitas de su piel, y rematar con unas gotitas de aceite en la superficie. Y acompañarlo de su guarnición, es decir, tomate, pepino, pimiento, cebolla y pan cortados en taquitos pequeños para que cada comensal se sirva lo que le apetezca como acompañamiento. A nosotros nos gusta tal cual, beberlo sin masticar nada, cuestión de gustos...
Aquí tenéis mi particular forma de hacer este delicioso plato, típico del verano, que es el gazpacho andaluz. Solo espero que os guste y os sirva para combatir el calor del verano con un buen vaso de gazpacho frío en la mano.
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